A los doce años fue expulsada de su hogar junto a su familia. Los llevaron en tren a Auschwitz, los despojaron de lo poco que tenían, raparon sus cabezas, les marcaron el brazo con un número. Alicia trabajó clasificando las pertenencias que traían las personas en sus maletas. Tuvo que hacerse cargo de su mamá, que se debilitó mucho estando allá. Vivió el appell, en que daban avisos o simplemente mataban o torturaban a alguien frente a los demás; vio el humo saliendo de los crematorios; vio personas morir de hambre. Ella, su madre y su tía lograron sobrevivir, después de La marcha de la muerte. Al finalizar la guerra, se reencontró con su hermano, quien les contó que el papá había muerto. En Israel conoció a su marido, y al tiempo se vinieron a vivir a Chile, donde formaron un hogar.